La última tecnología ya no pertenece en exclusiva a las grandes corporaciones, a los laboratorios más avanzados ni a los ejércitos, como venía siendo habitual en el siglo pasado. La democratización de las tecnologías es una realidad hoy día. Aparatos tan revolucionarios como una impresora 3D pueden ser adquiridos por cualquier particular para crear físicamente sus propios diseños.
Internet y la capacidad productiva que sostiene la humanidad en estos momentos ha permitido que se desarrolle el concepto de democratización tecnológica, que quiere decir que la mayoría de las personas tienen acceso a las tecnologías al poco de crearse. Un hecho que no era lo habitual hace apenas 30 años. La inteligencia artificial, los drones, robots, vehículos autónomos y las impresoras 3D pueden adquirirse y utilizarse por la mayoría de la población sin esperar a que los gobiernos, el ejército o las grandes corporaciones den su permiso.
Las impresoras 3D son una de esas herramientas tecnológicas que se están abriendo paso rápida y fácilmente entre la población. Una expansión que se lleva a cabo en buena medida gracias a los precios, cada vez más asequibles, y a los Cursos de Impresión 3D que ofrecen páginas especializadas como impresoras3D.com, con profesores expertos que expenden certificados i3d Academy.
¿Qué es una impresora 3D?
Esta innovadora herramienta tecnológica no es otra cosa que una máquina que permite la creación de los más variados objetos a escalade forma física, tangible. Estas piezas se diseñan previamente en un ordenador que enviará la orden de fabricación a la impresora para que fabrique al detalle el diseño.
Estos aparatos son capaces de imprimir en un espacio tridimensional desde juguetes hasta prótesis humanas, maquetas de edificios, objetos decorativos, carcasas para móviles, e incluso casas enteras. No parecen existir límites a las capacidades de una impresora 3D.
Las más habituales, las que se están expandiendo rápidamente por los hogares no son, en absoluto, grandes aparatos, ocupan poco espacio y consumen pocos recursos energéticos. Es posible tenerlos en cualquier rincón de la casa y darles los usos más creativos imaginables.
Para hacerlos funcionar es imprescindible utilizar alguno de los softwares disponibles para ello. Los programas informáticos para impresoras 3D más populares son el Slic3r, el Cura o el Netfabb. Cada uno irá destinado a cubrir unas necesidades y complejidades determinadas.
Con estos programas se permite ir construyendo un objeto a partir de la acumulación de un número determinado de capas de material derretido sobre una plataforma de forma secuencial, que es de lo que se trata.
El funcionamiento de una impresora 3D
No es complicado, pero tampoco es excesivamente sencillo o simple manejar una impresora 3D para obtener buenos resultados. Hay que estudiar y practicar para ir definiendo con mayor precisión los objetos que se quieren producir.
El primer paso es la creación del archivo digital. Se trata del modelo a imprimir diseñado dentro de un ordenador mediante técnicas digitales. Este archivo es imprescindible, sin él será imposible que la máquina confiera volumen y cuerpo al objeto deseado.
Para crear la figura previamente digitalizada, estas impresoras funcionan usando tecnología de extrusión. La extrusión es utilizar una sustancia derretida, generalmente resina o plástico para que el objeto se vaya construyendo capa a capa.
Como ya se ha indicado, el proceso de fabricación de estos aparatos para crear objetos físicos tiene su origen en un diseño digital, es decir, es aditivo. Es esta una de sus principales cualidades, la que le confiere el poder de crear piezas muy complejas, difícilmente realizables con otros sistemas de fabricación.
Breve repaso histórico de las impresoras 3D
Las máquinas dedicadas a la impresión en 3 dimensiones no son inventos recientes. Su origen tuvo lugar en 1976, cuando apareció la primera impresora de inyección de tinta. A partir de ese momento ya se investigaría la posibilidad de sustituir la tinta por otro tipo de materiales más sólidos. En 1984 fue cuando se dieron los primeros pasos reales para conseguir esa adaptación, gracias a los avances tecnológicos del momento.
Cabe preguntarse, por tanto, quien la inventó, a quién se le atribuye la concepción de una máquina tan extraordinaria. Pues bien, la primera solicitud que se llevó a cabo para patentarla se hizo en Japón en 1981 a cargo del Dr. Hideo Kodama, aunque el proyecto no llegó a buen puerto, ya que el Instituto Municipal de Investigación Industrial en Nagoya para el que trabajaba se quedó sin fondos. Aunque este científico inventor llegó a crear dos métodos de fabricación aditiva que funcionarían con resina foto-sensible.
Otros también lo intentaron en la década de los 80,s en este caso desde un equipo de ingenieros franceses (Alain Le Méhauté, Olivier de Witte y Jean-Claude André). Del mismo modo, se abandonó al quedar sin fondos el proyecto, en este caso porque no encontraron áreas de aplicación posibles.
Finalmente fue Charles Hull en 1984 quien llegaría a ser co-fundador de la prestigiosa empresa 3D Systems, el que inventaría la conocida como estereolitografía, que evolucionaría posteriormente a la actual impresora 3D.
Esta primera máquina ya permitía la creación de un objeto tridimensional a partir de los datos digitales provenientes de un ordenador. En estos inicios se utilizaba para crear diseños modelo, maquetas para que los usuarios pudieran hacerse una idea e incluso probar la creación antes de pasar a la producción del modelo definitivo y acceder a su inversión.